Permacultura: diseñar para regenerar
Permacultura: diseñar para regenerar
Generalmente la palabra “Permacultura”, para quienes no han transitado en detalle sus principios y fundamentos, se asocia con imágenes de huertos bellos, casas de tierra con estéticas orgánicas, techos vivos, eco-aldeas, energías limpias, gente feliz con las manos embarradas, cosechas abundantes. Pero, ¿qué es concretamente la Permacultura? En su descripción más resumida, la Permacultura es un sistema de diseño territorial holístico, creado en la década del 70 por Bill Mollison y David Holmgren, dos ecólogos, profesor y estudiante australianos, en la búsqueda de una “agricultura permanente”.
Debido a la gran dependencia mundial de la matriz energética no-renovable del petróleo y la crisis ambiental planetaria ocasionada por su uso y su inminente perspectiva de agotarse, Mollison y Holmgren desarrollaron una propuesta de diseño para la transición hacia la era post-industrial, o más aún, hacia la era que sacudiría al mundo al transitar el pico de uso del petróleo global. Con este escenario, era proyectable en la academia de fines de los 70 que la cultura occidental moderna, industrial, petro-dependiente, no podría seguir reproduciendo sus formas en un futuro cercano. Mollison y Holmgren se propusieron diseñar la actividad agrícola primero, y la cultura después, “despetrolándose” gradualmente, para desarrollar modelos y prácticas que no sean dependientes, sin potencial de agotamiento en el tiempo, pudiendo así extrapolarse hacia un futuro de abundancia. Es de la unión de “Permanente” + “Agricultura”, hoy más conocida como la “Perma(nente)Cultura”, donde surge una forma de proyectar la vida pensada hasta siete generaciones hacia adelante.
Aquella creación conceptualizada desde la ecología devino en un nuevo paradigma de rehacer la vida comunitaria sobre el planeta. Era un momento –y lo sigue siendo– de repensar toda la actividad humana. Aquella sociedad occidental moderna que alertó al ecólogo y su estudiante, la del consumismo y demografía creciente, la de un cambio climático acelerado, de la contaminación ambiental, del agotamiento de las cuencas petrolíferas y la crisis civilizatoria, hoy está repartiendo sus coletazos dramáticos a todo el globo, continuamente dándole fundamentos de certezas al camino permacultural.
Diseñar como la naturaleza
Para la Permacultura, es tan importante el desarrollo de técnicas de cultivo agroecológico, la construcción natural y las tecnologías alternativas como el bienestar físico, espiritual y emocional de las personas que participen o vivan en ese territorio. La Permacultura estudia y acciona desde una mirada sistémica, considerando que las conexiones entre sus partes son tan importantes como los elementos mismos. A través de la recuperación de la esencia de la naturaleza, se puede entender a la vida y sus procesos como una red dinámica de relaciones y no solo como una suma de partes escindibles.
Concretamente, la Permacultura es diseño. Y el modelo a seguir es el de la naturaleza, madre de los modelos abundantes, eficientes, bellos y exitosos en cada rincón del planeta, quien viene poniendo a punto un diseño milenario de relaciones en cada lugar. Para caminar este entramado, las permacultoras y los permacultores nos capacitamos en técnicas de diseño que sistematizaron los co-creadores de la misma y que van ampliando las distintas experiencias en el mundo. David Holmgren, hoy iluminador de las actualizaciones de su creación, desde Melliodora, su proyecto familiar de pequeña escala en Australia, nos compartió 12 principios que estructuran enfoques y actitudes del diseño permacultural.
El primero de estos principios de diseño propone Observar e Interactuar. Tal vez el más revelador de los enfoques que nos planteamos los permacultores: la dimensión receptora del ser, la que nos proporciona la información necesaria previa al hacer. Y notemos que la acción que nos proponemos está guiada hacia la “inter-acción”. El principio no sugiere “observar y hacer”, sino “observar e interactuar”. En ese cambio de palabras está el paradigma renovado del hacer occidental moderno. En el “interactuar”, estamos reconociendo que en el medio ya hay relaciones, elementos dialogando, dinámicas propias, ciclos, flujos, entidades materiales, energéticas, sutiles, en un equilibrio dinámico. Es en este equilibrio dinámico en el que vamos a montar, colocar, ensayar los elementos de interés de nuestro proyecto: construcciones, huertos, forestaciones, animales, caminos, estanques, producciones, cercos, emociones, sueños, historias.
En la medida en que nuestro entendimiento de la dinámica de la naturaleza sea lo más descriptivo posible, contando con un mayor nivel de información, nuestras decisiones de cómo y dónde ubicar y orientar los elementos del diseño tendrán mayores posibilidades de éxito. Éxito que nos interesa en términos de paz, abundancia, saberes liberadores, también de alimentos sanos, hogares confortables, cálidos, bellos, con la posibilidad de hacerlos con nuestras manos. Éxito en las relaciones armoniosas, pedagogías que liberen, arte, ciencia, espiritualidad. En un sentido técnico, tenemos por objetivo la regeneración del ambiente; en un sentido más abarcador, buscamos habitar experiencias sociales de paz.
El diseño permacultural es el resultado del diálogo con el ambiente y las personas que conformarán el proyecto, por ende no tiene un límite definido en su extensión ni en las condiciones del medio. Podemos diseñar desde un balcón hasta una eco-región. Sobre estos principios y técnicas, son posibles diseños en ecosistemas secos como húmedos; fríos como cálidos; urbanos como rurales.
La nutrición de información que la Permacultura valora también es holística. Para obtener esta información de diseño, tenemos en cuenta todas las variables técnicas, tanto aquellas que obtenemos de procesos racionales (caracterización de suelo, pendientes, clima, flora y fauna, aspectos socioculturales, hidrología, otros) como aquellas de fuentes intuitivas, no racionales, no académicas, espirituales, metafísicas (energías sutiles, creencias, saberes populares, sentimientos, emociones, otros).
En cada lugar donde queremos intervenir, hay ciclos anuales de temperaturas, lluvias, vientos, heladas. Hay ciclos estacionales de vegetación y fauna con los que debemos dialogar. Hay ciclos lunares y diarios, movimientos diminutos, microscópicos, sutiles. Hay patrones de formas, ritmos, pendientes. Y en ellos, entrarán los ciclos humanos que regenerarán el espacio: caminos, senderos, residuos sólidos y líquidos, emociones, deseos, frustraciones, expectativas, historias de vida, proyecciones. El diseño permacultural es el encuentro entre todas esas variables y más. Todo este diálogo es lo que dinamiza cada casa, cada patio, cada barrio, cada campo, cada bosque, todo el globo. El desconocimiento de ello es causa de desgaste energético, de deterioro en la biodiversidad, de ciclos de retroalimentación negativa que llevan al sistema a su ineficiencia.
La Flor de la Permacultura
Para avanzar en el camino de construcción de un nuevo y dinámico modo de vida, en relación sana con su entorno y entre sus miembros, la Permacultura propone 7 ejes interrelacionados de acción, representados esquemáticamente en lo que Holmgren denominó “la Flor de la Permacultura”. Estos 7 ejes son: manejo de la tierra, construcción de ambientes, tecnologías, arte y educación, bienestar físico y espiritual, economía y finanzas, y gobierno colectivo de la tierra.
Cada uno de estos pétalos son ámbitos de soporte para la humanidad en la era del descenso energético (actualidad, post pico del petróleo), es decir, ejes de acción del diseño regenerativo en un momento histórico en que el petróleo comenzará a disminuir año a año, propio del límite físico de su explotación.
Debemos materializar un espacio para producir alimentos, construir hogares y estructuras, transformar nuestros residuos y efluentes en abonos y riego, reciclar materia y energía, sanar nuestras mesas, nuestros cuerpos, nuestras relaciones. Reconstruir equipos que nos nutran de energías libres, educarnos, recorrer, repensar y reconectar nuestras dinámicas materiales, energéticas, espirituales con el todo.
Más al fondo de las dimensiones de la flor, la Permacultura se propone caminar sobre 3 éticas del diseño, a modo de “límites” sobre los cuales no debemos avanzar. Así, para cumplir con la premisa de una vida en camino hacia la salubridad propia y del todo, nos proponemos I) Cuidar la Tierra, II) Cuidar a las personas, III) Distribuir con equidad.
La ética de la Permacultura no se propone como un acuerdo moral (aunque pueda serlo), sino como un límite ecosistémico que, de romperlo, volveríamos a generar sistemas en crisis. Una lectura al revés de esos principios suena evidente: si hacemos “dañando la Tierra”, “dañando a las personas”, “distribuyendo sin equidad”, nuestros modelos sociales y productivos nos devolverán tensión y escasez, y
tendrán altos costos energéticos y materiales para sostenerlos.
Para concluir podríamos decir que la Permacultura nos ofrece herramientas concretas para construir modelos de vida humanos en reconexión y sinergia con la naturaleza de la que es parte. Experiencias permaculturales como la nuestra, Matria Permacultura, vienen sembrándose y expandiéndose en cada provincia de nuestro país, desde hace 25 años, cuando la actual ecoaldea GAIA (Navarro, provincia de Buenos Aires) fue el epicentro de la primera formación en diseño en Permacultura. Desde entonces, la Permacultura sirve de base técnica y paradigma para la conformación de ecocomunidades, familias en transición, proyectos con foco en la autoconstrucción y la bioconstrucción, proyectos de producción agroecológica, colegios con pedagogías alternativas, del diseño y montaje de proyectos regenerativos. 🐟