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Edición
Edición Digital
004

Cultivando diversidades contra la tormenta de la unanimidad

Texto:
María Faciolince Martina & Daniel Voskoboynik
En colaboración con:
Imágenes:
Kilava
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Edición Digital
004

Cultivando diversidades contra la tormenta de la unanimidad

Texto:
María Faciolince Martina & Daniel Voskoboynik
En colaboración con:
Imágenes:
Kilava
La fermentación nos invita a tejer relatos vivos y crear mundos nuevos. A su vez, nos ofrece una mirada anclada en la diversidad, en la pluralidad detrás de la conexión y colaboración entre la vida en todas sus escalas. La fermentación como metáfora, una mirada popularizada por Sandor Ellix Katz, nos propone reflexionar sobre un mundo en donde el acento está puesto en la diversidad y nuestro vínculo con la vida más allá de lo humano.
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La fermentación nos invita a tejer relatos vivos y crear mundos nuevos. A su vez, nos ofrece una mirada anclada en la diversidad, en la pluralidad detrás de la conexión y colaboración entre la vida en todas sus escalas. La fermentación como metáfora, una mirada popularizada por Sandor Ellix Katz, nos propone reflexionar sobre un mundo en donde el acento está puesto en la diversidad y nuestro vínculo con la vida más allá de lo humano.

El cuento parece simple. La humanidad es una amenaza a sí misma. Los humanos somos crueles, cortoplacistas e intolerantes. Nuestra naturaleza humana –voluble, desleal, déspota– nos perjudica. Somos los responsables y los culpables de la hecatombe climática. El planeta no miente.

Aunque la simplificación excesiva de esta idea parece obvia a simple vista, abriendo la mirada podemos entender que esta fábula de la humanidad como amenaza ecológica atraviesa muchos imaginarios y políticas públicas.

Un claro ejemplo es el modelo básico de la conservación colonial que predomina en muchos países: las ecologías se “protegen” vaciándolas de seres humanos, resguardándolas en parques nacionales cercados. Es esta misma lógica que reproduce una filosofía de la naturaleza, una cosmovisión y un mito de la creación por encima de todos los demás: la naturaleza y la humanidad deben separarse para sobrevivir. El ecólogo José Lutzenberger observó que “la creación de un área protegida es una confesión de suicidio. Una sociedad que necesita proteger la naturaleza de sí misma no puede ser cierta”.

Este cuento de una humanidad irreprimiblemente falaz es peligroso no solamente porque es falso sino porque nos bloquea, nos roba la esperanza, y nos enajena de la abundancia de posibilidades. Si la naturaleza humana nos trajo hasta aquí, ¿qué hacemos intentando cambiar las cosas?

Para empezar a trazar caminos, nos toca invertir el punto de partida, aquel que asume esa separación nuestra con la naturaleza. Vivir en este planeta implica relacionarse –a través de la respiración, de la nutrición, y de tantos procesos corporales– con los múltiples mundos y seres que nos rodean. Desde nuestro microbioma intestinal, al aire que nos respira, a los ciclos de agua que hidratan los cultivos que comemos, somos seres porosos e interdependientes. Los lugares que habitamos literalmente viven en nosotros y la biodiversidad que nos atraviesa es nuestra salud. Somos un gran tejido de intercambio constante.

Partiendo de esta interdependencia, la cuestión más relevante se inclina hacia nuestras formas de relacionarnos con este gran tejido al cual inevitablemente pertenecemos. ¿Qué tipo de relaciones sostenemos? ¿Qué vínculos queremos (y debemos) germinar?

Nutriendo la diversidad entre incendios

Empezar aquí inmediatamente agrieta nuestra mirada para abrirnos a una pluralidad de caminos. Existe un sinfín de variaciones en las formas de entrelazar nuestras existencias humanas con las no humanas. Nuestros sentidos –desde el paladar a la mirada– también son culturales y políticos, y si no les brindamos una apertura a otras formas de acercarse al mundo, acortamos nuestra ya acotada percepción.

Imaginemos dos mapas del mundo: uno que muestra lugares con altas concentraciones de diversidad lingüística y cultural humana, y otro que muestra los territorios más biodiversos del planeta. Comparándolos, podemos observar muchísimas coincidencias. De la Amazonia a Papúa, hay una relación recíproca entre la protección de la diversidad cultural y la diversidad de la vida. Lo diverso alimenta lo diverso.

Ningún organismo es una isla. Todo organismo existe en la complejidad de la diversidad. La destrucción ecológica de nuestro presente y pasado reciente viene en gran parte como resultado de un intento concertado de atropellar lo múltiples que somos. Los proyectos coloniales liderados por grandes imperios, motivados por el lucro y una misión civilizatoria, tenían y aún tienen como objetivo fundamental someter y silenciar el pluriverso humano. Estas historias nos consumen el presente para reducirlo a migajas de existencias posibles.

Hoy en día, los países más ricos del mundo usan alrededor de diez veces más energía que los países de menores ingresos, y el 5% de las personas más adineradas del planeta consume más energía que la mitad más pobre de la población humana. El 1% más rico de la población global produce mil veces más emisiones que el 1% más pobre. Más de 3 mil millones de personas no pueden permitirse una dieta sana. No podemos entender la encrucijada ecológica sin entender la desigualdad multidimensional que engendra el sistema económico predominante.

Además de expulsarnos de la gran red de vida y hacernos completamente dependientes de los sistemas de producción y distribución en masa, este modelo económico, que podemos caracterizar como extractivista, propone un metabolismo relacional en el cual unos consumen excesivamente, devorando en el acto los derechos y aspiraciones de otros. Las periferias, vistas como territorios sacrificables o sitios de producción, alimentan una vivencia privilegiada urbana y elitista. Un modelo extractivista no solo crea pobrezas y desigualdades, sino que se funda sobre ellas, y las continúa produciendo para pervivir como modelo. Para que unos pocos tengan mucho a nivel económico (y gastronómico) otros tienen que tener poco.

No hay forma de afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo sin desafiar esta lógica relacional, y nuestra gran aliada para ese desafío es la diversidad misma. El extractivismo se expresa a través de la monocultura, en los campos así como en los ministerios, suprimiendo lo plural, imponiendo modelos únicos, lineares, acumulativos. Nuestro reto es regenerar el monocultivo cognitivo, desarmar las púas del pensamiento que se impone. No podemos sanar nuestras ecologías arrasadas sin reforestar y recuperar nuestra memoria crítica, abriendo el espacio para otros futuros posibles.

La emergencia en la emergencia

Más allá de la abstracción, ¿qué significa este acto de reimaginar y regenerar, y cómo podemos hacerlo? ¿Cómo le abrimos el espacio a lo que emerge, los brotes de otros modelos, en medio de esta emergencia?

Tenemos una variedad de puertas disponibles. El colectivo keniata Cave Bureau nos invita a un proceso de “futurismo inverso”: revisitar concepciones, arquitecturas y cosmovisiones ancestrales para entrever sus aportes al presente. En nuestro mundo profundamente crecentista, que nos urge a optimizarnos como individuos y galopar hacia un horizonte sin frenos, detenerse y tornar la mirada hacia atrás ya puede ser un acto subversivo en sí.

El filósofo Ailton Krenak, similarmente, nos invita a soñar futuros ancestrales. Esta invitación a la ancestralidad es darnos cuenta que compartimos una herencia biológica y una trayectoria milenaria de vida con todos los seres en nuestro planeta, y que esa herencia compartida alberga posibilidades infinitas que pueden nutrir nuestra imaginación. Nuevas formas de ser, de relacionarse, se destilan en el encuentro.

Este número de Anchoa se enfoca en los procesos de fermentación y la tremenda capacidad de transformación que vive en las culturas microbióticas. Al fin y al cabo, los microbios hicieron que nuestras vidas humanas fueran posibles. Ellos cooperaron, evolucionaron y crearon comunidades microbiales, que cambiaron la atmósfera del planeta Tierra, y engendraron los primeros organismos multicelulares. La fermentación es una manifestación de la diversidad de vidas posibles. Tanto en la fermentación literal como en la metafórica, el proceso es uno que reordena formas anteriores hacia formas nuevas.

Los microbios germinaron otras formas de relacionarse, dejando legados vitales que siguen desplegándose a través de nosotrxs. La fermentación, un eco de transformación, nos aporta una metáfora viva para entender el pasado y el presente. También nos revela algo profundo sobre los procesos de cambio. La vida es algo emergente –va naciendo constantemente. Todas las interacciones entre organismos pueden desarrollarse de maneras múltiples. Siguiendo al maestro quilombola Nêgo Bispo, los procesos vitales no tienen fines: se componen de inicios y medios, de medios que se convierten en inicios. Esta realidad de emergencia insistente encarna culturas que posibilitan tapices de vida más vivos.

Diversas disciplinas científicas, de la física al urbanismo, se han fijado en la asombrosa inteligencia colectiva de las bacterias, que tejen estructuras, redes y sincronizaciones en formas que nos pueden guiar en el diseño de propuestas a los problemas más intensos que nos afligen hoy en día. Desde el secuestro de carbono por microorganismos en los suelos, a los microbios que oxidan el océano y permiten el desarrollo de vida acuática, el mundo microbiótico es fuente de abundantes aperturas para empezar a sanar nuestros vínculos con los mundos más que humanos. Todas las plantas y todos los productos animales que comemos están poblados por estas elaboradas comunidades de microorganismos. Y estos mundos también viven entre nosotros. La mayoría de las células en nuestro cuerpo son células bacterianas que influyen profundamente en nuestros procesos digestivos, immunológicos, y hasta cerebrales. Bajo una lupa microscópica, un simple ser, una persona individual, termina siendo un ecosistema de diferentes seres, conviviendo, colaborando, interactuando.

La actualidad grita por nuestra grandeza. La violencia de la desigualdad global y la crisis planetaria nos piden actos de audacia, cambios radicales en cómo entendemos nuestras economías, culturas y prioridades políticas. Pero el enfoque a la diversidad y a la escala microbiótica nos invitan, como decía Eduardo Galeano, a no confundir la grandeza con lo grandote. A la escala de un cuerpo, del árbol más cercano, del próximo plato, viven historias que desafían los mitos más obstinados de nuestro tiempo. 🐟

Bibliografía
  • - Hickel, J. y Slamersak, A. (2022). Existing climate mitigation scenarios perpetuate colonial inequalities. The Lancet. https://www.thelancet.com/journals/lanplh/article/PIIS2542-5196(22)00092-4/fulltext#%20
  • World Health Organization. (2023). Transforming food systems to reduce global inequality and improve food safety and health. https://cdn.who.int/media/docs/default-source/universal-health-coverage/who-uhl-technical-brief-template---food-safety.pdf?sfvrsn=6681d1e3_3&download=true
  • Rennie, J. e Ikkanda, L. (2017). Seeing the Beautiful Intelligence of Microbes. Quanta Magazine. https://www.quantamagazine.org/the-beautiful-intelligence-of-bacteria-and-other-microbes-20171113